Pedro está de moda

¡Quién lo diría!
El 21 de diciembre, apenas hace un mes, el panorama político era el siguiente:

– Rajoy estaba eufórico, decía que había ganado las elecciones con 122+1 diputados y se creía con derecho a gobernar sin más, sin contar con nadie, era el ganador.
– Podemos casi empataba en votos con el PSOE, ganando o pareciendo el vencedor en distintos territorios: Galicia, Cataluña, País Vasco, Madrid, … También se consideraba el ganador y con derecho a imponer gobierno, como se vio poco después.
– Ciudadanos pasaba de cero a 40, pero se desinflaba respecto a las falsas expectativas que le auguraban las encuestas, método estadístico pero no real, de medir la voluntad de los votantes. No obstante, Rivera lo asumió bien.
– El PSOE era zarandeado por las urnas y Pedro por sus compañeros más relevantes, que legítimamente aunque con demasiada vehemencia inicial, le exigían responsabilidad por sus malos resultados. Malos objetivamente, pero que le permitían ser opción de gobierno, por acción u omisión, en todas las posibles quinielas. Debo matizar, resultados muy suyos, pero no totalmente suyos. Recordemos la herencia interna recibida año y medio antes.

Se dice que el tiempo lo cura todo, o al menos eso parece. Así, 45 días después de las elecciones, Mariano aparece como el pasado de moda, el gran declinador (palabra que de existir significaría “quien rechaza un ofrecimiento o una responsabilidad”), el que quiere y no puede, el que ni lo intenta, el que no asume su carga pero se reserva para no sé qué cargo futuro, el que apela al PSOE para resolver su problema. Y éste es claro: las urnas le machacaron (de mayoría absoluta a 122+1) y el suma y sigue de la corrupción, película con más capítulos que “Cuéntame”. El último, de cómo los 1.000 € se transforman en 2 de 500 y por medio del trueque se convierten en especie.

Pedro es ahora y al menos durante un mes, el centro de atención política, el receptor de preguntas, el entrevistado por los medios, el líder en las reuniones, el gallo del corral político, el sol alrededor del cual pierden brillo los planetas, a quien miramos la opinión pública, los demás partidos, las prensas europea y americana, y Europa.

Dialogará con todos los que respetan la Constitución. Lo ha dicho en su discurso de pre-investidura: “diálogo con todos y acuerdos con las fuerzas del cambio”. Parece claro, expondrá soluciones concretas. Es el momento de las cesiones, de algunas renuncias, de la generosidad, de aglutinar y de mensajes claros, rectos y directos, sin doblez.

Se acabaron la dudas y las abstenciones, debes mojarte Rivera.

Se acabó la grandilocuencia y toca la concreción, Pablo. Abandona tu fingida inocencia, tus palabras huecas, tu proyecto etéreo, aterriza.

Hay quien dice que Pedro hace esto por interés personal, por miedo a desaparecer de la política, por egoísmo propio y de su equipo mediocre de colaboradores. Pues no sé si será verdad, pero tengo claro que tanto a los españoles como al PSOE les interesa esta acción y les perjudica la pasividad de otros. Bienvenida sea la coincidencia de intereses, lo que demostraría que Pedro es un líder para todos, no solo para unos pocos de los suyos.

Y si al final del proceso, después de poner los 90 diputados, las ideas y la buena intención, no se consigue gobernar, no será por culpa del PSOE. Los ciudadanos piden que se intente un gobierno progresista y que no se apoye a un PP corrupto y sin cabeza que, ante una investidura, mira más su imagen que el futuro de las gentes.

Resumiendo:
– Pablo sigue haciendo campaña para no tener que madurar y gobernar.
– Rajoy espera el maná, su momento, sin darse cuenta de que ya pasó porque él mismo lo dejó pasar.
– Rivera se ofrece hasta de mediador.
– Pedro toma la iniciativa y pasa a estar de moda (concepto estadístico y pasajero que puede durar días, meses o 4 años). La duración depende en gran parte de él.
Ya lo dijo Azaña: “En la vida pública es menester exponerse a fracasar. Cuando se supedita todo a suprimir ese riesgo, el fracaso es seguro”.

por Salvador Vidal Varela.

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